2/26/2010

Hacia un nuevo concepto de Fuerza Armada



Como consecuencia de las declaraciones del excelente abogado Enrique Ghersi proponiendo una transformación de las FFAA es necesario precisar las circunstancias que dan lugar a ello pues no nacen de un arrebato ideológico sino que la realidad del Siglo presente origina una serie de cuestionamientos validos en relación al modelo de Fuerza Armada que un Estado moderno precisa.

En primer lugar se observa una tendencia en el mundo a reducir el tamaño de las Fuerzas Armadas. Si en el Siglo XVIII teníamos el apogeo de la idea de ejércitos masivos en el Siglo XXI tenemos que se privilegia la tecnología sobre la cantidad de elementos uniformados siendo necesario reducir el volumen del Ejército, por ser la el arma masiva por excelencia. Y en esa línea se privilegia al individuo con conocimientos en Relaciones Internacionales, Administración, Tecnología entre otras sobre el modelo de “general tropero” con excelentes cursos de Paracaidismo, Supervivencia entre otros. Dicho de otro modo, un oficial debe tener un perfil distinto y superior al de un suboficial dadas las actividades que realizará[1].

Asimismo es necesaria la unificación de las Fuerzas Armadas siendo el modelo canadiense el paradigma a seguir. De esta manera, se eliminaran nefastos intereses subalternos que originan una “competencia” entre miembros de las FFAA de un mismo Estado (situación absurda). Y se podría tener un mejor manejo de recursos en una sola Escuela de Formación de oficiales conjunta entre otras ventajas de orden administrativo.

Al parecer, estas propuestas que no apuntan en lo absoluto a una destrucción de la Fuerza Armada sino qua apuntan a su evolución y permanencia pero adaptadas al Siglo XXI tropiezan con algunas ideas “tradicionales” de elementos de las Fuerzas Armadas. Tal parece que bajo estos “principios” la Fuerza Armada está exenta de evolucionar como si lo hacen todas las instituciones del Estado. Al respecto decía Juan XXIII que “la tradición no es más que el progreso hecho ayer”. Más bien lo que se oculta con este supuesto respeto a la tradición es el mantenimiento de “feudos” antidemocráticos como el pésimo trato dispensado a los suboficiales, la vigencia de leyes contrarias a los DDHH (como la que prohíbe a la viuda de un militar casarse o tener descendencia pues se le elimina la pensión de viudez), el mantenimiento en el Ejercito de una educación anacrónica de izquierda o velasquista[2] , el desprecio por los civiles que opinan sobre temas de Defensa o la innegable y frecuente ocurrencia de conductas tipificadas como corrupción[3].

También es necesario destacar el hecho que esta pretendida evolución de la Fuerza Armada peruana al siglo XXI deberá contemplar el tema de un sinceramiento en las remuneraciones de los soldados voluntarios[4] profesionales (con capacidad para solicitar créditos en la banca privada para vivienda), adecuadas compensaciones por tiempo de servicios (para acabar con la costumbre de entregar un automóvil a los generales en su lugar), seguros integrales, excelentes servicios médicos para las familias de los miembros de unas modernizadas Fuerzas Armadas (lo que no sucede en la actualidad) entre otras ventajas. Y además la adaptación de la Fuerza Armada al Siglo XXI la integraría a la sociedad de manera plena.

Evidentemente este tránsito de una Fuerza Armada no profesional a una profesional (con la inversión que ello necesita) requiere de capacidad e ímpetu político para una efectiva modernización (que no es la adquisición de armas) y de un liderazgo al interior de las Fuerzas Armadas que no provendrá de la cúpula actual sino de mandos medios, poseedores de otra mentalidad. Es necesaria la confluencia de estas circunstancias para una adecuada transformación.

La discusión pública se encuentra planteada y el tiempo la hará aun más evidente y necesaria. Intentar ocultarla o desacreditarla con argumentos ad hominem como ha sido la respuesta más reaccionaria y cavernaria no causará sino mayor discusión. Estamos frente a una disyuntiva histórica: tener una FFAA masiva, con estructuras antiguas e ideas seniles o el surgimiento de una Fuerza Armada moderna[5], no masivas, poseedora de alta tecnología, con Generales Phd[6], con oficiales y suboficiales preparados y poseedores de grados académicos superiores. Estamos seguros que el pueblo peruano merece unas FFAA de estas características.



[1] Son los llamados Generales Troperos. Carecen del nivel cultural y social que implicaba ser General y muchos de ellos provienen de la sub oficialidad y mediante patologías institucionales diversas llegaron a ser oficiales. Constituyen un mal ejemplo y un pésimo precedente para una FFAA moderna que mira al Siglo XXI.


[2] Hasta la actualidad la inmensa mayoría de oficiales del Ejército Peruano se declaran velasquistas y “paladines del cambio social”. Otra nefasta herencia afrancesada. Además defienden la Reforma Agraria y sueñan con una Guerra con el vecino del Sur.


[3] Desde sobrevaluaciones hasta ascensos discutibles (de Comandante a General en 5 meses) constituyen ejemplos de corrupción incuestionables. Un síntoma de ello son los ascensos producto de la brillante operación “Chavin de Huantar”. Es cuestionable ascender a algunos solo por hacer bien su trabajo (pues para ello se les prepara con nuestros impuestos) en desmedro de otros.


[4] Característica básica del nuevo elemento de la Fuerza Armada. Si decide retirarse nadie debe impedirlo ni amenazarlos con un cobro por demás indebido.


[5] Con pleno respeto a los DDHH y que cumplan EFICIENTEMENTE su función constitucional.


[6] En Universidades de prestigio y sin cuestionamiento alguno se entiende.